Parte 6: Bosques y comunidades

Por Paula Rosales Paula Rosales , | Fotografías de Paula Rosales, | Ilustraciones de Vania Sarret,

Parte 6: Bosques y comunidades
Bosque

Paula Rosales nos comparte un nuevo relato para su serie "Un viaje a la resiliencia". En esta oportunidad, reflexiona sobre las bondades y dificultades que ha tenido su vida en el campo y de cómo se puede aprender de los bosques como un vital ejemplo de colaboración y convivencia entre especies.

Para los que no han leído los relatos que he escrito para versiones anteriores de esta revista, les cuento que hace unos años nos mudamos desde Santiago de Chile al nordeste de Brasil, específicamente a una zona bien rural de mata atlántica junto a un pueblo playero. Los primeros años que llegamos a vivir aquí, con mucha energía y entusiasmo, comenzamos a hacer todo para levantar este proyecto familiar. Partimos por construir nuestra casa desde cero, comenzamos el cultivo de nuestro alimento, montamos un vivero para la reproducción de especies y empezamos a criar gallinas, peces, conejos, etc. 

Vivir insertos en la naturaleza es lo más hermoso que nos ha sucedido en la vida. Nos encanta estar lejos del ruido de la ciudad, oler a tierra, despertarnos con los pajaritos, ver a los monos saltar de un árbol a otro y producir buena parte de nuestros alimentos: Mangos, bananas, batatas, piñas y verduras son abundancia de cada día.

Sin duda ha sido una de las mejores decisiones que hemos tomado como familia pero, como todo en esta vida, existen sus bemoles.

Por otro lado, después de cuatro años viviendo de esta forma, podemos decir que estamos un tanto cansados de llevar y traer todos los días a nuestros hijos desde y hacia la escuela. Normalmente los traslados son el gran costo de vivir en el campo y, en nuestro caso, son viajes de 25 minutos multiplicados por cuatro o incluso más veces al día. 

Así, todas las labores propias de un campo relacionadas a nuestra eterna construcción (siempre estamos haciéndole algo a la casa), el cuidado de animales, el cultivo de la tierra, el vivero, etcétera, son un trabajo no menor de cada día. Pero a eso hay que agregar que los niños comenzaron a crecer y necesitan compartir con sus amigos, los que no viven por acá cerca. Al contrario, tenemos pocos vecinos y son adultos. La suma de todo es demasiado para una sola familia, aunque tenemos la certeza de que la solución es volver a inspirarnos en la naturaleza. 

Bosque en el Norte de Brasil
Hijos de Paula Rosales con amistades ayudando en la construcción de la casa en Brasil

Los bosques son un conjunto de especies del reino vegetal, animal, Fungi, protista y monera. Árboles de gran y media altura, arbustos, plantas trepadoras, herbáceas y hongos sobre y bajo el suelo, especies rastreras, microorganismos, lombrices, insectos e innumerables especies conviven e interactúan en un sistema complejo y organizado. 

De esta forma, son un verdadero ejemplo de convivencia y colaboración entre especies. Investigaciones de Suzanne Simard han demostrado que los árboles y las plantas se comunican entre sí y son capaces de ayudar unos a otros; lo hacen por medio de una compleja y simbiótica red de micorrizas (mico=hongo, riza=raíz), que son hongos que se unen a las raíces y forman algo así como una red de wifi bajo suelo que logra conectar a todos los individuos de un ecosistema. A través de ella se pasan recursos vitales como el nitrógeno, carbono, agua y fósforo, al mismo tiempo que se entrega información más compleja que les permite alertar ante posibles peligros e incluso ayudarse entre sí con el traspaso de energía y alimentos cuando uno se encuentra en condiciones desfavorables. 

La Doctora Suzanne Simard sostiene que un bosque tiene más resiliencia al funcionar como comunidad, existiendo sinergias entre sus interacciones.

Un bosque con conexiones entrelazadas por el suelo, tiene la capacidad de colaborar y de ser más fuerte.

En ellos cada individuo tiene un rol importante e incluso funcionan de manera jerárquica, donde circula mucha inteligencia y sabiduría. Cuando un árbol madre va a morir acelera la transferencia de carbono a sus árboles más pequeños y a otros árboles vecinos, dirigiendo esa energía a ciertos individuos dentro de su comunidad. 

Nuestra organización actual insertos en la sociedad que transitamos, es opuesta a la de los bosques. Esto porque tiende a ser individualista y egocentrista. Cada uno se mira a sí mismo y cuando miramos al otro, tendemos a hacerlo para juzgar. Es una sociedad en la que nos han enseñado que el otro significa competencia, que tener dominio y control es el modo de hacernos sentir seguros y poderosos, que nosotros estamos por sobre todas las otras especies y que la naturaleza nos pertenece, al punto de destruirla a nuestro paso. Nos tienen convencidos de que con dinero se puede conseguir todo y que el éxito personal se debe ver reflejado en la economía. Estamos viviendo una soledad desoladora como seres humanos, las mujeres maternamos solas y no en tribus como antes, la ciudad está repleta de autos con cinco asientos, pero solo uno de ellos va ocupado. Ni mencionar los celulares y la adicción que tenemos a estar en una pantalla sin interactuar con los que tenemos a nuestro alrededor. En ese sentido, el valor de las familias y tradiciones familiares se está desvaneciendo. Lo cierto es que no podemos seguir así, debemos comenzar a unirnos y así fortalecernos para avanzar por un camino en el que podamos mirar al prójimo como una parte de nosotros mismos. 

Hongos en el tronco en el bosque de alimentos de Paula

La sabiduría de los bosques nos lleva una ventaja de más de 4.000 millones de años de existencia y como seres inteligentes debiéramos imitarla.

En lo personal llevo años inspirándome en ellos para hacer agricultura, estoy convencida que mientras más nos inspiramos en la manera en que funciona un bosque más nos acercamos a una agricultura sostenible. El asunto es que aún nos falta mucho por aprender para llevar esta práctica a nuestra vida cotidiana.

Lo que quisiera transmitir con este relato es que necesitamos volver a las comunidades, donde nuestros vecinos y amigos sean la verdadera extensión de la familia, donde los niños se críen como si fueran una manada, necesitamos volver a confiar en la sabiduría de nuestros ancestros, debemos recuperar el sentido de educar para que cada ser logre saber quién es y cuál es su propósito, ya que desde ese lugar no existe la competencia y solo queda espacio para la entrega y la colaboración.

Nos debemos esforzar en volver a conectar con lo que nos rodea: escuelas, mercados, almacenes, costureras, zapateros, productores de leche, de verduras, de queso. Debemos reducir nuestra dependencia a las grandes industrias para así transformarnos en organizaciones sociales respetuosas, colaborativas, fuertes y resilientes. 

Si lo llevamos a nuestra vida en el campo, quizás una familia podría ser la encargada de criar las gallinas, otra ser la que cultive la tierra, alguien podría velar por la salud de todos, podría existir quienes hagan el queso y el pan, en turnos se podrían llevar y traer a los niños de la escuela (eso si la escuela no se gesta en el mismo lugar). Un lugar que sea creado en comunidad sería un espacio en el que todos trabajaran, pero al mismo tiempo todos disfrutaran enormemente. Por supuesto que organizarse de este modo no es nada fácil ya que requiere de mucha empatía, de esfuerzo y de querer profundamente confiar, dar y recibir de los otros. Deberemos desaprender el cómo nos han educado para la individualidad y reaprender a vivir en comunidad. No es un camino fácil, pero confío en que es la manera de cambiar este mundo, y que pequeñas prácticas cotidianas nos pueden llevar por este nuevo, pero tan antiguo sendero de vida. 

Nosotros por acá seguiremos cuidando de esta tierra, plantando un gran bosque de alimentos y forjando para que nuestra comunidad se comience a formar. La era del individualismo ya quedó atrás y, como siempre, es la naturaleza la que nos muestra hacia dónde debemos avanzar.

Por último, me parece interesante mencionar que ya existen muchos lugares que se organizan así. Estos se conocen como ecoaldeas, aldeas ecológicas o ecovillas. Ahí se crean organizaciones sociales sostenibles que buscan un alto grado de autonomía y de resiliencia para la vida. Incluso existen iniciativas urbanas con este componente comunitario, a los que se les conoce como ecobarrios. Para más información puedes buscar en la web la Red Global de Ecoaldeas.

Paula Rosales

Paula Rosales / Agrónoma y educadora

Agrónoma hace 12 años, decidió junto a su familia dejar Chile para ir a vivir al Nordeste de Brasil, en donde realiza trabajos de consultoría y hace cursos presenciales y online de huertas ecológicas. Creadora de agrocultiva.cl y socio fundadora de porlapermacultura.org pueden ver parte de su trabajo en Instagram.

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