La importancia de los bosques para la salud humana
Los bosques son necesarios para la vida en el planeta, uno de sus roles es preservar servicios ecosistémicos y mantener la salud del planeta y la nuestra. María José nos explica qué es un servicio ecosistémico y algunas razones para proteger nuestros bosques.
Los ecosistemas están conformados por relaciones dinámicas complejas, compuestas por comunidades de plantas, animales, microorganismos y el entorno no vivo, que en su conjunto interactúan como una unidad funcional. Todas las personas dependen de los ecosistemas y de los servicios que ellos proveen: alimentos, agua, regulación del clima, gestión de enfermedades, entre muchos otros.
Los seres humanos hemos causado pérdidas significativas de los recursos naturales y ecosistemas mediante diversas actividades; tales como, la explotación de cuerpos de agua, producción de alimentos de forma intensiva y poco sustentable, la tala de bosques y explotación forestal, cambios de uso de suelo, entre otros. Como parte de la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio se estimó que a principios de este milenio la actividad humana ya había llegado a la degradación o el uso no sustentable del 60% de los servicios ecosistémicos.
Estas alteraciones han ocurrido más rápido en los últimos 60 años que en el resto de la historia de la humanidad. Además, los procesos detrás de estos cambios no parecen haber disminuido y, en algunos casos, han aumentado en intensidad.
Por otro lado, se ha prestado poca atención a cómo estos cambios que han modificado la estructura y funcionamiento de los ecosistemas naturales podrían afectar a la salud humana. Estas relaciones son complejas, generalmente indirectas, dispersas en el tiempo y espacio, y dependen también de otros factores.
Cambios ecosistémicos y salud humana
No obstante, existe evidencia creciente de cómo los cambios ecosistémicos, a diferentes niveles, pueden producir impactos en la salud humana. Por ejemplo, pueden generar alergias respiratorias, estrés, enfermedades infecciosas, problemas vinculados con la cantidad y calidad de provisión de agua, inseguridad alimentaria, distribución de contaminantes, entre muchos otros.
Las comunidades que habitan en los bosques dependen de forma directa de los bosques para vivir, al mismo tiempo todos nos beneficiamos de las funciones de los bosques y su biodiversidad, considerando su rol en el ciclo de carbono, el agua, los nutrientes y la filtración de agua y aire.
Según el reporte “El estado de los bosques del mundo” publicado el año 2020, los bosques cubren actualmente 31% de la superficie terrestre, sin embargo, la deforestación y degradación forestal avanzan a un ritmo alarmante1. De acuerdo con la base de datos GlobalTreeSearch (2019), existen más de 60.000 especies de árboles identificados y registrados, de los cuales un tercio se encuentra en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)2.
Con respecto a la relación entre los bosques y la salud humana, con el conocimiento actual podemos describir variadas interacciones. Una de las vinculaciones más intuitivas se relaciona con la existencia de bosques en forma de áreas verdes en zonas urbanas o sus cercanías y su efecto para reducir los impactos negativos de la urbanización, mejorando la calidad del aire, aportando a la regulación del clima y haciendo las ciudades más habitables.
Por último, otra relación menos explorada entre los bosques y la salud humana tiene que ver con cómo sus funciones pueden regular los procesos de enfermedades infecciosas. La provisión de los servicios ecosistémicos depende de cada ecosistema, su estructura, los procesos y el estado de conservación en el que se encuentran y se reduce con la degradación o cambios en el uso de suelo. Cambios en los ecosistemas, en particular en los bosques, pueden significar alteraciones en las condiciones climáticas del lugar, fragmentación de hábitats de diferentes especies, degradación de los servicios como regulación del ciclo del agua y nutrientes.
Esto tiene impacto en el comportamiento de vectores o reservorios de enfermedades como mosquitos o ratones, en condiciones que permitirían mantener los patógenos vivos en estos ecosistemas. También se llevan a cabo variaciones de comportamiento entre la población humana, animales domésticos y los entornos naturales.
Ejemplos se encuentran en diferentes estudios que vinculan enfermedades con cambios y degradación de ecosistemas, como mayor incidencia de malaria en zonas con deforestación debido a menor filtración de aguas de lluvia y estancamiento de aguas superficiales, lo que aumentaría la población de mosquitos. Casos de estudio similares se encuentran con diferentes enfermedades víricas, parasitarias y bacterianas.
En este sentido, el cambio de uso de suelos en forma de deforestación es considerado como uno de los principales impulsores de aparición de enfermedades infecciosas emergentes y re-emergentes. Es importante ya que los brotes de enfermedades zoonóticas que afectan a la población humana están creciendo en una tasa alarmante. Esto se puede vincular directamente con la reciente pandemia de SARS-CoV-2, que hasta mayo de este año se han alcanzado cerca de 6,3 millones de personas fallecidas a nivel global3. Si bien su origen no se conoce a ciencia cierta, existen sospechas importantes que consideran que su origen es zoonótico y vinculado con cambios en la interacción humana con reservorios de enfermedades silvestres.
Referencias
- https://www.fao.org/3/ca8642es/CA8642ES.pdf
- https://www.iucnredlist.org/&sa=D&source=docs&ust=1653426947853600&usg=AOvVaw1aJ4p5tjcB5pKDQOvNN7-j
- https://covid19.who.int
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