¿Qué pasó con el otoño en Chile y qué nos depara el futuro?
Dieter es paleo-climatólogo, puede sonar una palabra extraña pero significa que es un especialista en el estudio del clima del pasado. Comparte con nosotros importantes datos científicos y explica por qué no es solo nuestra percepción de que las estaciones han cambiado, sino que es una realidad respaldada con datos. El otoño en Chile está cambiando, ya no es esa estación en la que casi inmediatamente después del verano bajan las temperaturas sino que es casi una prolongación del verano. Los invitamos a leer acerca de cómo el otoño ha cambiado.
En el colegio, todos aprendimos que el año se divide en cuatro estaciones: primavera, verano, otoño e invierno. Cada una de ellas con características ambientales muy distintivas, las cuales nos permiten programar con anticipación muchas de nuestras actividades a lo largo del año. Si bien las estaciones tienen una periodicidad establecida y una gran uniformidad, hay una estación que pareciese haber pasado inadvertida durante los últimos años: el otoño.
Tanto el otoño, como las otras estaciones, ocurren debido a factores astronómicos. La transición entre el frío invernal y el calor del verano se debe, en su mayoría, a que el eje de nuestro planeta esta inclinado (aproximadamente 23,5°). El eje inclinado de la tierra siempre apunta en la misma dirección por lo que al girar en torno al sol, los Hemisferios se van alternando cuál estará de cara al sol y cual estará más oculto. Al pasar el equinoccio (20 de Marzo), comenzó oficialmente el otoño en el Hemisferio Sur. Con el comienzo del otoño, el planeta comenzó lentamente a transitar por la zona de la órbita terrestre donde no está directamente expuesto al sol.
Estos sutiles cambios en la orientación del planeta son los que gatillan una serie de reacciones en nuestro entorno, dándole al otoño sus características distintivas.
En las últimas décadas, muchas regiones del planeta han comenzado a experimentar cambios en las características distintivas de cada estación. Chile no ha sido la excepción. En la zona central de Chile, durante la conversación cotidiana, no es raro escuchar que ya no existe el otoño, refiriéndose al paso directo desde un verano prolongado a un invierno frío.
Si bien esto puede parecer como una mera impresión, es consistente con los datos medidos en las últimas décadas1. Los datos respaldan que la zona central de Chile ha presentado un paulatino aumento en las temperaturas y una marcada disminución en las precipitaciones2, alterando nuestro concepto de las estaciones.
De especial interés es el caso del otoño. En esta estación, en la zona central de Chile, las temperaturas han aumentado considerablemente durante las últimas décadas3. A su vez las precipitaciones han disminuido y se ha retrasado el inicio de la temporada de lluvias4 Esto ha contribuido a hoy en día el otoño sea visto como una prolongación del verano. Sin embargo, los cambios recientes tienen implicancias mayores para nuestra sociedad.
En particular, ambos factores tienen directa repercusión sobre nuestras reservas de agua, como por ejemplo, los glaciares. Al retrasarse el inicio de la temporada de lluvia/nieve, los glaciares reciben un menor aporte de nieve, la cual en primavera y verano sirve para alimentar los ríos y como fuente de agua para las actividades agrícolas. De igual manera, el aumento en las temperaturas en otoño contribuye a la reducción de la humedad en los suelos5 y expone a los glaciares a temperaturas altas por un tiempo más prolongado, favoreciendo así su derretimiento.
Los recientes cambios durante el otoño están directamente ligados a nuestra continua intervención en la composición atmosférica. Como sociedad, durante el último siglo, hemos sido responsables de la emisión de enormes cantidades de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Debido a la larga vida de algunos de estos gases en la atmósfera, nuestras emisiones actuales seguirán alterando el clima por décadas. Las proyecciones de cambio climático nos permiten estimar cómo serán las condiciones climáticas en el futuro dependiendo de qué tan eficientes seamos en controlar nuestras emisiones de gases de efecto invernadero.
Por otro lado, los escenarios que contemplan cero emisiones de CO2 para fines de este siglo estiman que el aumento de las temperaturas se mantendrá por debajo los 2°C y que la disminución en las precipitaciones será en torno al 20%7. Ambos escenarios presentan mundos diametralmente distintos, siendo el último, el único en el que probablemente seremos capaces de adaptarnos a los cambios.
El actual contexto de cambio climático en el que vivimos nos presenta un nuevo concepto sobre lo que tendremos que comprender cómo otoño. Las condiciones de este nuevo otoño ponen en una situación vulnerable tanto a nuestras reservas de agua como a nuestros cultivos. Al tomar conocimiento que la situación actual es el fruto de nuestras emisiones pasadas y que nuestras decisiones actuales tendrán considerables repercusiones en el clima del futuro, está en nosotros evaluar qué legado ambiental queremos dejarle a las futuras generaciones. Un futuro con más emisiones es un futuro con menos precipitaciones y con mayores temperaturas, lo que representa un gran desafío para nuestra sociedad, la cual depende de una estabilidad climática para subsistir.