El blanco otoño de kelleñ, la frutilla Mapuche
Quizás alguno ha oído hablar de la frutilla blanca pero nunca ha tenido el placer de probar una. En esta edición aprendimos que el otoño es la temporada elegida para dar inicio a la primera versión del Programa de recuperación territorial e investigación colectiva Guardadores de Kelleñ, un impulso que nace del vínculo entre la frutilla blanca (Fragaria chiloensis f. chiloensis) y su guardadora hace 7 años, la investigadora etnobotánica y agricultora familiar, María José Romero Silva. Los invitamos a conocer sobre esta maravillosa frutilla y su guardadora.
Si digo fresa, frutilla, morango o strawberry, en cualquier parte del mundo se dibujara una sonrisa imaginando esa roja, sensual y jugosa figura. Sin duda, la frutilla roja (Fragaria x ananassa) con sólo 250 años de vida ha relegado a su blanca y milenaria madre a un aparente olvido. Sin embargo, ésta ha resistido dulce y perfumada en las tierras protegidas por el gran Puma (Nawelfütra), desde donde busca renacer y recuperar su territorio.
Creo que las plantas te eligen y llegan a tu vida con un objetivo: hacerte cumplir con parte de tu misión y la que ellas tienen en la tierra. Una misión que puede ser alimentar o alimentarse, construir un hogar, conservar su especie o guardar la memoria. Es por eso que al conocer hace más de 10 años a la frutilla blanca, o como a mi me gusta llamar Kelleñ (para llamarla por su nombre original), la conexión fue tan profunda que ya caminamos 7 años de un vínculo íntimo que me mueve a vivificar su memoria, soñar con recuperar su distribución territorial y, sobre todo, presentarla a otros hijos del sur.
Mil años de historia
La frutilla blanca (Fragaria chiloensis f. chiloensis) fue seleccionada, domesticada y nombrada en tiempos previos a la colonización Incaica e Hispánica por el pueblo Mapuche, quienes la conocían como Kelleñ y la diferenciaban muy bien de su hermana silvestre Llawueñ (Fragaria chiloensis f. patagonica), que es roja y más pequeña1.
Es conocida popularmente como frutilla chilena, frutilla de playa, frutilla chilota o frutilla de Purén entre otros. Kelleñ era la estrella de los huertos y la dieta prehispánica, siendo consumida fresca, deshidratada, en chicha y también usada como medicina por Mapuches y Picunches2. Se cree que estos últimos fueron quienes entregaron especímenes a los Incas para su colección.
Entre mediados del 1500 hasta finales del 1700, los españoles consideraron a kelleñ como parte de su botín de guerra. Instaurando grandes plantaciones alrededor de Cuzco, Perú; Bogotá, Colombia; y Ambato, Ecuador. Esta última fue la mayor área de cultivo de Kelleñ en Sudamérica durante la época, con alrededor de 500 a 700 ha para finales del 17003.
En 1714 Amédée Francois Frézier, un espía militar francés, encomendado a una misión de reconocimiento a las costas de Chile y Perú, fue quien, movido por un impulso botánico, pese a su condición de ingeniero y maravillado por el inusual gran tamaño de sus frutos en comparación a la Fragaria vesca europea, llevó especímenes desde la zona de Contulmo a su país con la idea de cultivarla. Sin embargo, sólo llevó especímenes femeninos, por lo que los botánicos del Jardín Real de Luis XVI se vieron obligados a experimentar. Su problemática fue resuelta al cultivar F. chiloensis intercalada con la especie europea nativa F. moschata y con la norteamericana F. virginiana, resultando en un fruto de mayor tamaño y piel roja que rápidamente se volvió popular en Francia e Inglaterra. En 1766 Antonie Nicholas Duchense determinó que estos eran híbridos de F. chiloensis x F. virginiana, nombrandolos Fragaria x ananassa4.
Para 1800 kelleñ ya había cruzado muchas veces el Atlántico y se había establecido en importantes regiones de Norteamérica. En Chile, para la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, se registran plantaciones sobre 2 hectáreas más extensas a la agricultura de subsistencia de la época prehispánica y colonial, en Buchupureo, Cobquecura, a lo largo del Golfo de Arauco, Cañete, Lago Lanalhue, Lago Lleulleu, Lago Budi, Puerto Saavedra, Nueva Imperial, Trovolhue, Carahue, Corral y Chilwe5, siendo ampliamente comercializada en mercados de abasto hasta donde según las crónicas llegaban cargadas en mulas.
Kelleñ posee una fragancia única que hace honor a su nombre, FRAGARIA, y un dulzor al menos 5 veces superior al de su hija la frutilla roja, entonces, ¿por qué no la comemos? y aún más ¿por qué no la conocemos?
La introducción de los cultivares de Fragaria europeos y californianos, generados a partir del germoplasma de kelleñ, a Sudamérica durante el siglo XX, apoyados fuertemente por los paquetes tecnológicos de la revolución verde, puso a los ecotipos nativos de F. chiloensis al límite de la extinción. Las casi 700 hectáreas cultivadas en Huachi-Grande Ecuador se redujeron a aproximadamente 5 hectáreas. Mientras, en Perú y Colombia los cultivares nativos se encuentran casi desaparecidos por completo6.
Por su parte, en Chile sólo han sobrevivido a la extinción gracias al silencioso trabajo de la agricultura familiar campesina al sur de Biobío y la mayoría de los ecotipos de Kelleñ nativos han sido contaminados por hibridación, siendo posible hoy en día encontrar no más de tres, de los más de diez registrados en diversas crónicas de los colonos españoles, en las que destacan ecotipos completamente blanco, otros con leves marcas rosas, rosados y amarillos.
Un patrimonio a resguardar
Sin lugar a dudas kelleñ es una de las joyas genéticas de Chile y Sudamérica. Su germoplasma es un componente crítico en los cultivares de frutillas actualmente conocidos a nivel mundial y continúa siendo fuente inagotable de mejoramiento de la frutilla roja, acortando sus requerimientos lumínicos o aumentando su resistencia a heladas y hongos. Pero por sobre su invaluable patrimonio genético que debiese ser protegido.
Al hablar de la frutilla blanca, estamos hablando del patrimonio etnobotánico, cultural, gastronómico y también de la historia del territorio hoy conocido como Chile.
Kellen es una de las plantas alimenticias prehispánicas, domesticada hace más de mil años7.
No se trata de un producto “raro”, “exótico” o “gourmet” solo por ser blanco y actualmente poco conocido y difícil de encontrar, es un emblema de la soberanía alimentaria entre el Pacífico y la Cordillera de Los Andes que precisa de toda nuestra atención, admiración, cariño y protección.
Con esto en mente y sobre todo en el corazón, es que luego de 7 años de adaptación al territorio de los “Llanos de La Unión” (lugar donde crecía hasta hace no tantas décadas). Múltiples experimentos, observaciones, conversaciones, 4 temporadas de cosecha comerciales, muchas recetas y preparaciones, me han animado a dar forma a Guardadores de kelleñ.
Guardadores de kelleñ
Guardadores de Kelleñ es un programa de recuperación territorial e investigación colectiva, que busca restablecer el área de distribución y cultivo de frutilla blanca entre Ñuble y Los Lagos y recopilar data que permita generar conocimiento abierto sobre la adaptación y el comportamiento del cultivo en los territorios, conservando in-situ la especie. La convocatoria está orientada principalmente a la agricultura familiar y limpia, contempla el seguimiento trianual de los nuevos guardadores, encuentros (talleres) donde se compartirán conceptos teórico prácticos que conducen el trabajo estacional con una pregunta, una actividad del agricultor y un conocimiento teórico en específico.
El primer año tiene como objetivo descubrir la especie, el segundo conocer, y el tercero comprender, aplicando un modo sensible y humano de aproximación al ser de planta que busca dejar atrás la mirada materialista y utilitaria de la especies, porque -una planta no es en función de lo que me puede dar, yo debo descubrir de manera sensible ¿cuál es su voluntad? - Y claramente luego de tantos años, destrucción de su ecosistema, viajes, usurpación de su germoplasma Kelleñ en su aparente frágil pequeñez presenta una extraordinaria voluntad de sobrevivir y perfumar el Ngulumapu (territorio mapuche), dejándonos una pregunta abierta: ¿dónde radica su fuerza?
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