Metano al alza, una bomba de tiempo en nuestras manos
Es posible que hayas escuchado lo dañino que es el dióxido de carbono para el planeta, pero hay otro gas que también está causando estragos: el metano. Dieter nos explica por qué es importante entender la gravedad de las emisiones de metano antropogénicas (causadas por el humano). Te invitamos a leerlo para entender las repercusiones y qué podemos hacer al respecto para detener esta bomba de tiempo.
Desde la revolución industrial (~1750 DC), nuestra sociedad ha emitido grandes cantidades de gases de efecto invernadero a la atmósfera, principalmente mediante la quema indiscriminada de combustibles fósiles. El aumento en la concentración de estos gases en la atmósfera ha producido un significativo incremento en la temperatura del planeta. En las últimas décadas, uno de estos gases, el dióxido de carbono (CO2), ha sido ampliamente estudiado por su capacidad para retener calor y por ser capaz de permanecer en la atmósfera por largos períodos (más de un siglo). Tras décadas de investigación, la comunidad científica internacional ha llegado al consenso que el aumento en la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera es una de las causas principales del actual cambio climático. Esto ha llevado a que uno de los principales focos de acción frente a la emergencia climática sea reducir las emisiones de dióxido de carbono.
Si bien los humanos hemos emitido grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera, es necesario preguntarse, ¿es este el único gas de efecto invernadero del cual deberíamos estar preocupados? La respuesta es un categórico NO. La razón de esto es otro gas de efecto invernadero llamado Metano.
Actualmente, este gas contribuye con aproximadamente el 10% del calentamiento causado por el efecto invernadero, sólo superado por el vapor de agua (~60%) y el dióxido de carbono (~20%). A diferencia del dióxido de carbono, el metano es un gas de corta residencia en la atmósfera, permaneciendo tan solo 12 años. A pesar de su relativamente corta vida, este gas es muchísimo más efectivo que el dióxido de carbono en calentar la atmósfera. A modo de ejemplo, en un lapso de 20 años, el metano es 84 veces más eficiente que el dióxido de carbono en la producción de calentamiento atmosférico. El gran potencial de calentamiento que tiene el metano en la atmósfera ha puesto a este gas en la mira frente a la lucha contra el cambio climático.
De dónde proviene el metano
En general, el metano presente en la atmósfera tiene dos grandes orígenes: uno natural y otro antropogénico (producido por el humano). El metano de origen natural proviene principalmente de humedales, los cuales producen aproximadamente el 30% de las emisiones a nivel global. Los humedales son productores naturales de metano ya que en ellos se desarrolla naturalmente la descomposición anaeróbica (sin oxígeno) de materia orgánica mediada por la acción de bacterias.
Por otro lado, el metano de origen antropogénico actualmente aporta aproximadamente ~60% de las emisiones a nivel global. Las principales fuentes de metano de origen antropogénico son la agricultura y ganadería (25%), industria de los combustibles fósiles (17%), vertederos (10%) y quema de biomasa (8%).
De especial interés son las emisiones generadas por la agricultura y ganadería. La mayor parte de las emisiones generadas por actividades agrícolas provienen del cultivo de arroz (~8% de las emisiones globales). Esto, principalmente porque para el cultivo de arroz se generan humedales artificiales donde, como ya sabemos, se produce la descomposición natural de la materia orgánica. Por otra parte, por muy anecdótico que parezca, la mayor parte de las emisiones generadas por la ganadería están asociadas a los gases (principalmente eructos) emitidos por animales rumiantes, mayoritariamente vacas, ovejas y cabras (~17% de las emisiones globales).
En la naturaleza, el metano sigue un ciclo en el cual las emisiones son capturadas y almacenadas en un reservorio (por ejemplo, el suelo). Este ciclo permitió mantener la concentración de metano a niveles relativamente constantes en la atmósfera durante cientos de miles de años. Cualquier cambio, ya sea en las emisiones o en los reservorios, genera inevitablemente un desbalance en el ciclo del metano, produciendo un aumento o una disminución del total de metano disponible en la atmósfera.
La tala y quema de bosques para producir llanuras de cultivo, la domesticación de animales para consumo humano, así como también la inundación artificial de pastizales para el cultivo de arroz, habrían sido las primeras actividades humanas en desbalancear el ciclo del metano. Se ha propuesto que estas actividades habrían generado un temprano aumento en la concentración de metano atmosférico, marcando así el inicio de una larga tendencia de aumento sostenido en la concentración de este gas en la atmósfera, una de las tendencias ambientales más prolongadas en la historia de la humanidad.
Actualmente se estima que, previo a la revolución industrial (~1750 DC), las actividades humanas ya habrían contribuido a aumentar en ~30% la concentración de metano en la atmósfera. Si bien esta cifra puede parecer alta, deber ser considerado que este sostenido aumento en el metano atmosférico se dio en un lapso de miles de años. Este aumento temprano en la concentración del metano se torna insignificante al ser comparado con las cifras de nuestros tiempos modernos. Desde la revolución industrial (~1750 DC), la exacerbada producción de combustibles fósiles, junto con el desproporcionado aumento en las actividades agrícolas y ganaderas, han llevado a un aumento de ~170% en la concentración del metano en la atmósfera.
La corta vida del metano en la atmósfera garantiza que si hoy reducimos drásticamente sus emisiones, lograremos reducir significativamente el calentamiento de la atmósfera proyectado para las próximas décadas.
Para reducir la concentración de metano en la atmósfera sería necesario limitar las emisiones desde fuentes antropogénicas. Desde la vereda de la eficiencia, reducir la industria de los combustibles fósiles tendría un doble efecto ya que contribuye a reducir tanto la emisión de metano como de dióxido de carbono. Sin embargo, los cambios en este sector han demostrado ser dependientes de cambios estructurales en nuestra sociedad los cuales pueden tardar años o décadas.
Desde la vereda de la acción inmediata, reducir la producción de ganado mediante cambios en los patrones de consumo tendría un impacto considerable en el corto plazo. Al reducir el consumo de productos derivados de la ganadería se desincentiva la cría de ganado, impactando directamente en el número de animales capaces de emitir metano.
Una drástica reducción en las emisiones de metano podría reducir el aumento en las temperaturas del planeta, entregándonos algo de tiempo adicional mientras logramos la transición hacia una sociedad libre de emisiones de dióxido de carbono.
Nuestra desmedida emisión de metano es una bomba de tiempo en nuestras manos. Como individuos y como sociedad, tomando simples decisiones, podemos lograr desactivarla. La pregunta es: ¿cuánto tiempo más demoraremos en tomar estas decisiones?