¿Cuál es el debate alrededor del consumo de soya?
El consumo de soya hoy en día crea debate entre los que están a favor o en contra de su consumo, ya que a pesar de que se trata de una excelente fuente proteica de origen vegetal, la promesa de productividad y rentabilidad que permitirían alimentar al mundo no dejan de tener consecuencias para el medio ambiente. Pero, ¿es la soya realmente saludable? ¿Debemos seguir consumiendo soya? Estas y muchas otras interrogantes alrededor de la soya nos responde Pamela en este interesante artículo.
La soya es una legumbre originaria de Asia del Este que se ha cultivado desde la antigüedad ocupando un lugar muy importante en la cocina y cultura asiática. Solamente a partir del siglo pasado, la soya ha tenido una inmensa expansión en su producción y consumo por todo el mundo, favorecida por la selección de cultivos y semillas adaptados a distintas condiciones climáticas. Sólo en los últimos 50 años, la producción de soya se ha multiplicado por 15, convirtiéndose en una de las mayores expansiones de cultivo a nivel mundial. A partir de 1996, su producción se acelera con la introducción de la soya modificada genéticamente (MG), tolerante al glifosato, lo que permitió una reducción de los insumos de mano de obra y maquinaria, volviendo su cultivo un negocio muy rentable. Los tres principales productores en el mundo son EE.UU., Brasil y Argentina que juntos representan el 80% de la producción mundial, y de esto, el 50% es producido en América Latina.
¿Cuál es la razón de esta expansión?
Si bien es cierto que hay una tendencia a una vegetalización de nuestra alimentación, en donde se promueve un mayor consumo de proteínas de origen vegetal, y entre estas la soya, la verdadera razón no tiene nada que ver con esto. Al contrario, tiene que ver con la industria de la carne, la leche y los huevos, ya que la gran mayoría de la soya del mundo (entre el 80% y el 90% aproximadamente) se destina a la alimentación de animales. De la soya restante, sólo el 6% se transforma en productos para el consumo humano. La realidad es que probablemente nuestro mayor consumo de soya no sea directo, sino a través de los animales, pudiendo llegar a consumir hasta 61 kgs. de soya al año, ya que en la industria ganadera, los cerdos, las vacas, las aves de corral e incluso los peces de cultivo, son alimentados a base de soya. (ver figura 1)
La soya y sus consecuencias para el medio ambiente
Como podrás imaginar, con la producción masiva de soya en los últimos años el costo que ha tenido que pagar el medio ambiente es muy elevado. Dentro de los más importantes encontramos:
1. La deforestación y la pérdida de la biodiversidad
Como la soya es un cultivo anual, las plantas sólo producen una cosecha en cada ciclo vital y son prácticamente insensibles a los fertilizantes. Lo que significa que para aumentar el rendimiento y satisfacer la creciente demanda, hay que plantar más y más soya, ocupando otras tierras vírgenes. El cultivo de soya es el segundo cultivo en el mundo responsable de la deforestación, después de la carne de vacuno. Desgraciadamente, para obtener más tierras de cultivo se recurre a la deforestación, lo que en América Latina afecta principalmente la Amazonía (región del Cerrado brasileño y la región del Gran Chaco de Argentina y Paraguay).
Por desgracia, la zona de las sabanas y los bosques del Cerrado y el Gran Chaco poseen un clima con tierras favorables para la agricultura de la soya.
Sin embargo, estas zonas están menos protegidas por la legislación contra la deforestación, hay una protección limitada de la conservación y las sanciones por la tala de tierras forestales son casi insignificantes. Imágenes tomadas por satélite entre 2006 y 2017 revelan que se han talado 170.000 hectáreas de bosque de sabana para cultivar soya. Estarás sorprendido, pero te sorprenderá aún más saber que es una práctica completamente legal, ya que, según el código forestal de Brasil, sólo el 20% de la tierra privada en el Cerrado (en comparación con el 80% en las selvas amazónicas) debe reservarse para la conservación, lo que significa que el 80% restante puede talarse legalmente para el cultivo de soya.
Esto ha provocado que solamente en las últimas décadas se haya perdido casi la mitad de la vegetación autóctona del Cerrado a favor de la agroindustria intensiva de la soya. De hecho, investigaciones recientes han predicho que si el agro-negocio continuara en el Cerrado al ritmo actual, para el año 2050 este extraordinario paisaje y las especies que allí viven habrán desaparecido casi por completo.
2. Emisiones de gases de efecto invernadero y erosión del suelo
Los bosques absorben y almacenan cantidades colosales de dióxido de carbono, sólo la selva amazónica contiene unos 76.000 millones de toneladas de CO2 retenidos (el equivalente a 21 años de las emisiones anuales de carbono en Europa), lo que lo convierte en uno de los principales pulmones de nuestro planeta. Pero cuando se talan los bosques para cultivar plantas como la soya se liberan cantidades perjudiciales de CO2 a nuestra atmósfera. Pero no solo esto emite gases de efecto invernadero, además está la cosecha mecanizada de recolección intensiva, los procesos ligados al procesamiento de la soya para la obtención de subproductos y los transportes relacionados con la exportación. Todos estos factores suponen también otras cargas de emisiones.
Con el tiempo, prácticas como el arado y el riego intensivo dañan los suelos. Esto, combinado con la falta de protección de los árboles contra el viento, alteran y agotan los nutrientes y los organismos vivos de la capa superior del suelo. Cada año, Brasil pierde unos 55 millones de toneladas de tierra vegetal debido al cultivo de la soya. A medida que se pierde más suelo fértil, disminuye la productividad de las tierras agrícolas para consumo humano, lo que amenaza a largo plazo el rendimiento de las cosechas y la seguridad alimentaria mundial.
3. Explotación y contaminación de un recurso natural, el agua
Dado que el cultivo de soya requiere mucha agua para crecer (se necesitan casi 300 litros de agua para producir 1 litro de leche de soja), el uso insostenible del agua agota las reservas naturales de aguas subterráneas. Además, el uso de tractores compacta el suelo, impidiendo que el agua se reabsorba en estas reservas y, así, impidiendo el ciclo natural. El resultado es una rápida disminución de la disponibilidad de agua para las comunidades locales, la flora y la fauna.
También, como cualquier cultivo industrial intensivo, la soya degrada la calidad del agua al depender de productos agroquímicos como pesticidas y fertilizantes que contaminan las fuentes de agua circundantes, como ríos y estuarios, lo que perjudica la fauna local y produce problemas de salud a las comunidades rurales.
La soya y sus derivados para crear alimentos ultra procesados
La soya se utiliza mucho en la industria alimentaria por su perfil nutricional. Es considerada como una perla dado su alto contenido en proteínas (35 g/100 g), diferenciándose además de otras legumbres ya que la soya posee todos los aminoácidos esenciales. Estas características la vuelven muy interesante hoy en día, en una transición en la que se busca reducir el consumo de alimentos de origen animal privilegiando el consumo de proteínas vegetales.
La soya es un excelente sustituto de la carne y desde hace algún tiempo comenzó a popularizarse en las alternativas para vegetarianos y veganos. Existen muchos productos a base de soya en el mercado como las bebidas o leches de soya, el tofu, el tempeh, el extrudado de proteína que conocemos como “carne de soya”, el miso o la harina, por nombrar solo algunos.
Además, por su calidad nutricional y bajo costo de producción, las proteínas de soya, así como también el aceite y la lecitina de soya, son ingredientes funcionales en la producción industrial. Es decir, sirven para elevar el contenido proteico, así como también para emulsionar y dar textura a ciertos productos, sean estos vegetarianos o no. De esta forma, los podemos encontrar presentes fácilmente en salsas como la mayonesa, chocolates, barras de cereales, galletas, entre otros.
Ya hemos visto que podemos consumir mucha soya indirectamente a través de la carne, la leche y los huevos, pero también en otros productos industriales. Es por esto que te recomendamos leer la lista de ingredientes de lo que compras si no quieres encontrarte consumiendo principalmente soya en detrimento de otras fuentes de proteínas vegetales.
La soya como perturbador endocrino
Durante los últimos años, a pesar de su excelente perfil nutricional, esta legumbre ha sido señalada como "nociva" para la salud. Se le acusa de ser un perturbador del sistema endocrino por sus efectos estrogénicos, debido a su alto contenido en isoflavonas (genisteína, daidzeína y gliciteína).
Las isoflavonas son compuestos vegetales naturales que forman parte de los polifenoles (antioxidantes), presentes en todas las plantas. Los polifenoles ayudan a las plantas a defenderse de las bacterias o virus de su entorno. Cada planta produce polifenoles específicos para defenderse. En el caso de la soya, se trata de isoflavonas, al igual que en otras legumbres como las lentejas, arvejas, garbanzos y porotos.
El efecto endocrino del cual se les acusa es de una desregulación de las hormonas sexuales, es decir podrían causar una reducción de los niveles de testosterona en los hombres y aumentar los niveles de estrógenos en las mujeres. Sin embargo, no se ha demostrado que estos efectos sean perjudiciales. Aunque si tienen actividad endocrina, las isoflavonas no corresponden exactamente a la definición de alteradores endocrinos establecida por la OMS (Organización Mundial de la Salud). Con el fin de aclarar este debate, en los medios científicos se publicó una revisión de la literatura, en marzo de 2021, la cual examinó 417 estudios (epidemiológicos y clínicos) realizados en adultos y niños, el cual concluyó que las isoflavonas presentes en la soya no justifican su clasificación como alteradores endocrinos.
Al contrario, se ha mostrado que las isoflavonas presentes de forma natural, se les atribuye un efecto protector contra el desarrollo de ciertas enfermedades como la diabetes o el cáncer. No obstante, como medida de precaución, se aconseja de manera general no consumir mas de un producto a base de soya al día, sobre todo a las poblaciones mas sensibles, como niños menores de 3 años, mujeres embarazadas o en periodo de lactancia. Esto permite seguir consumiendo soya de manera segura y al mismo tiempo variar las fuentes de proteínas vegetales teniendo así una mayor diversidad de la alimentación.
¿Debemos seguir consumiendo soya?
Sí, claro que sí, a condición de que sea de una manera diferente.
Para evitar más daños medioambientales y alimentar de forma sostenible a la creciente población mundial, debemos utilizar la tierra cultivable de forma más eficiente. La ganadería y el cultivo de soya ya utilizan una cantidad desproporcionada de tierra y recursos. Según la FAO, alrededor del 80% de toda la superficie agrícola son cultivadas para alimentación animal.
La soya, cuando es consumida directamente por las personas (en lugar de filtrarse a través de las cadenas alimentarias ganaderas) es increíblemente eficiente en términos de superficie.
En otras palabras, reducir nuestra dependencia de los productos animales aumentando el consumo de alternativas basadas en legumbres como la soya, nos ayudaría a alimentar a más personas utilizando mucho menos tierra y, de paso, a proteger nuestro planeta.
Mientras tanto, a nuestra escala como consumidores, para continuar consumiendo soya de una manera sustentable podemos reducir el consumo de carne y de productos animales, privilegiar los productos en base de soya cultivados localmente y, en la medida de lo posible, orgánicos. Variar lo más posible nuestra alimentación y leer las listas de ingredientes de los productos industriales para evitar sorpresas.