El verdadero costo de la alimentación

Por Pamela Ebner Pamela Ebner , | Ilustraciones de Rodrigo Ebner,

El verdadero costo de la alimentación

Este artículo busca explicar los costos "no visibles" causados por nuestro sistema alimentario. Todos aquellos costos ambientales, de salud, económicos y sociales que no están incluidos en el precio de los alimentos, pero también a gastos que habría que hacer para mantener el buen estado de salud de los ecosistemas. Si miramos el valor de un alimento de manera multisistémica, nos damos cuenta de que su valor actual está muy por debajo de lo que deberíamos pagar, ya que no incorporan la totalidad de las externalidades negativas generadas.

Es sabido que cuando tenemos una alimentación sana y equilibrada, mantenemos las defensas de nuestro cuerpo, lo que hace que tengamos menos tendencia a estar enfermos. Al contrario, cuando nuestra alimentación es desequilibrada, con consumo excesivo de comida ultra procesada, tenemos más tendencia a desarrollar ciertas enfermedades como la obesidad y la diabetes, entre otras. Todos aquellos gastos de salud —médico, farmacia, exámenes, etc.— que son asociados a enfermedades por una mala alimentación, es lo que en economía se llaman las externalidades negativas, es decir, el impacto económico indirecto —los gastos de salud, en este caso— que se generan luego de una inversión —en este caso comida ultra procesada—.

El valor de la alimentación

¿De qué estamos hablando? Es cuando ponemos un valor monetario a los daños causados por nuestro sistema alimentario. Es decir, intentar poner un precio a cada uno de los impactos negativos que son generados por la producción de alimentos. Por ejemplo, cuando vamos al supermercado, actualmente el precio que pagamos contempla: el costo de la materia prima, la transformación —por ejemplo, convertir el trigo en harina—, el embalaje del producto, la ganancia del productor y los intermediarios, dependiendo del caso. Pero si a esto le sumamos el costo al medio ambiente, los impactos en la salud o los costos sociales generados en toda la cadena de producción, probablemente al llegar a la caja nos llevaríamos una sorpresa, teniendo que pagar mucho más de lo previsto por la misma lista de compras.

"Lo que hay detrás" Ilustración de Rodrigo Ebner

En el caso de la alimentación, se ha determinado que la producción de alimentos tiene un costo societal de aproximadamente un 40% más elevado de lo que se paga concretamente en valor por los alimentos. Durante toda la cadena de producción de un alimento, hay costos que están asociados que están invisibilizados. Estos costos "no visibles" los podemos agrupar en costos ambientales, de salud, económicos y sociales y corresponden a gastos reales no incluidos en el precio actual de los alimentos, pero también incluye los gastos que habría que hacer para mantener el buen estado de salud de los ecosistemas.

Algunos ejemplos de esto son:

Los otros costos de la alimentación

Otros costos incluyen aquellos vinculados al maltrato animal y el impacto de la resistencia a los antibióticos, debido a su uso excesivo en veterinaria y en la medicina humana. Si bien estos costos también se han identificado, generalmente no son cuantificados debido a la falta de metodologías apropiadas para poder hacerlo. 

Valeria Boltneva

A pesar de esto, la ciencia y las metodologías no cesan de avanzar. Este año un reciente estudio evaluó por primera vez los costos indirectos de los daños causados a la salud humana y a los ecosistemas generados por la producción de alimentos. 

Este estudio arrojó la siguiente información respecto al precio: por cada dólar invertido en concepto de alimentación, es necesario agregar 2 dólares suplementarios para considerar todos los impactos y obtener el verdadero costo de la alimentación. También arrojó que son los alimentos de origen animal los que tienen un costo más elevado. Concretamente si tuviéramos que pagar el verdadero precio de la carne, pagaríamos tres veces su valor actual. Para la leche y el queso pagaríamos un poco más del doble.

Los investigadores realizaron también una simulación en la que se calculó que una alimentación vegetariana permitiría dividir en dos el costo de la alimentación, es decir, pasar de 14 a 7 mil millones por año. 

Concretamente, dejar de lado la carne permitiría, en términos de ganancias medioambientales, reducir las emisiones de 4,5 megatoneladas de CO2 y proteger la biodiversidad, evitando la pérdida de 155 mil especies.

Con respecto a la salud, los beneficios constatados son una reducción de ⅔ en riesgos asociados a enfermedades ligadas al consumo de carnes procesadas, como el cáncer colo-rectal, la obesidad o la dislipidemia —la dislipidemia aumenta las probabilidades de arterias obstruidas, infartos, derrames cerebrales y otras complicaciones del sistema circulatorio—. Esto se debe a que la carne y los alimentos de origen animal son los principales contribuidores de externalidades negativas, principalmente para el medio ambiente y la salud. Comenzar por reducir nuestro consumo de alimentos de origen animal permitirá reducir de alguna manera esos costos asociados que por ahora están invisibilizados.

¿Seríamos capaces de pagar el precio real de los alimentos?

La evaluación de este "valor no visible" no tiene por objetivo, en ningún caso, que los precios aumenten de manera sorpresiva, sino más bien busca sensibilizar respecto a los impactos que genera nuestro sistema alimentario. Aunque este ejercicio de cálculo es bastante complejo de realizar, ya que coexisten otros factores que pueden influir en ellos, hoy en día tanto la investigación como ciertas organizaciones internacionales muestran un fuerte interés por cuantificarlos. Por ejemplo, la ONU y la FAO ven en esto una oportunidad para que los estados se responsabilicen y tomen este criterio en consideración a la hora de hacer políticas públicas.

¿Qué podemos hacer como consumidores para minimizar estos costos?

Si bien actualmente los métodos de evaluación de estos costos invisibles están todavía en maduración, es importante que como consumidores comencemos a cuestionarnos respecto al precio que pagamos por los alimentos. Mientras más barato, más incita al consumo innecesario y, por ende, genera más desperdicios alimentarios, todo eso con un "costo no visible" asociado.

Cada uno a su escala, puede contribuir. Acá te dejamos algunos tips para comenzar a reducir los impactos y los costos asociados de tu alimentación:  

Un llamado a tomar conciencia ya que a pesar de no ver directamente este costo reflejado en el precio, es un costo que existe, es real y que tarde o temprano lo pagaremos, ya sea de forma directa o indirecta.

Referencias:

Pamela Ebner

Pamela Ebner / Responsable Nutricion y Salud Siga

Pamela es nutricionista, una chilena de corazón que vivió durante algunos años en Argentina donde descubrió su pasión por el yoga y por el mate. Actualmente residente en Francia, milita por una alimentación más auténtica, simple y sana. 

Convencida de la necesidad y la urgencia de modificar holísticamente desde la raíz al plato nuestros patrones alimentarios, espera aportar su granito de arena incentivando una alimentación equilibrada en total coherencia, respeto y armonía con el medio ambiente. 

1 Comentario

  1. Jacqueline

    Excelente articulo ojala le llegue a mucha gente .

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