Alimentación y cambio climático: ¿Qué podemos hacer al respecto?
Es una tendencia en alza la preocupación sobre nuestro impacto y huella en el planeta. Una de las formas en que podemos contribuir a reducir esa huella es con nuestra dieta. Es importante conocer de dónde vienen nuestros alimentos, pero por sobre todo, es importante reducir el consumo de productos de origen animal. Este artículo explica las razones y desglosa el último estudio publicado en Nature, el cual establece que nuestro sistema alimentario es responsable de 1/3 de las emisiones de efecto invernadero.
Al momento de pensar en el cambio climático lo más probable es que se nos venga a la cabeza los combustibles fósiles. Menos evidente es relacionarlo con el desayuno, almuerzo o cena, pero ellos no están exentos de culpa. Los sistemas alimentarios son altamente complejos y requieren de combustibles fósiles para su funcionamiento. A esto agreguémosle que nuestro sistema actual también depende de fertilizantes, los cuales producen óxido de nitrógeno. A su vez, no podemos dejar de considerar a los bovinos (vacas) en esta ecuación. Las vacas criadas para el consumo humano son alimentadas por nuestro mismo sistema alimentario y su producción/crianza genera un impacto nocivo en el suelo. Estas son tan solo algunas de las aristas de nuestro actual sistema alimentario en el que muchos procesos contribuyen significativamente a acentuar el cambio climático. Es por esto que nuestra alimentación debiese ser abordada como parte de las estrategias para abordar nuestra actual emergencia climática.
Si sumamos todo el resto de las emisiones del sistema alimentario, como transporte, producción y desperdicio, lo que comemos es uno de los responsables principales del cambio climático, sólo comparable por el sector energético1.
La preocupacion por el cambio climatico es definitivamente una tendencia en alza. Cada vez mas personas son consicientes de los efectos de nuestra sociedad sobre el medioambiente e intentan hacer lo que esté a su alcance para reducir su impacto. Frente a este escenario, una simple acción que puede ser realizada directamente desde nuestras casas es cambiar nuestra dieta, privilegiando el consumo de alimentos que su producción y distribución sean mas amigables con el medio ambiente.
Actualmente, existen diversas estrategias que permiten un consumo de alimentos más amigable con el medio ambiente, sin embargo, la complejidad del sistema alimentario impide uniformar criterios, haciendo necesario que estas estrategias deban ser evaluadas por el contexto en el que se encuentra el consumidor. A modo de ejemplo menciono el concepto de “comer local”. Este concepto se basa en el principio de reducir al máximo las emisiones derivadas del transporte de alimentos. Sin embargo, si vivo en Rusia, no porque un mango sea producido en Rusia significa que su impacto ambiental fue menor que el de un mango producido en Brasil y luego transportado a Rusia. Tanto en este ejemplo, como en otras estrategias para reducir nuestro impacto, muchas veces el factor mas determinante es que es lo que decidimos comer.
Una persona promedio en Chile emite 5,3 toneladas de CO2 al año, esto es un 40% más que hace 20 años2. Segun el IPCC, si queremos seguir una trayectoria que limita el alaza de las temperaturas globales en 1,5C, debemos reducir al 50% nuestras emisiones. La gran pregunta es, si cambiamos nuestra dieta o manera de alimentarnos, ¿podemos contribuir a disminuir nuestras emisiones?
En una reciente charla sobre alimentación y cambio climático, la profesora Sara Bridle de la Universidad de York en Inglaterra habló sobre un estudio publicado el año 2021 por la revista Nature Food en el cual se establece que el actual sistema alimentario es responsable de 1/3 de las emisiones de gases de efecto invernaderos3. Lo que más contribuye a esta emisión es el sistema agrario y el cambio de uso del suelo (71%) y el resto se divide en el retail, transporte, producción de combustibles, manejo del desperdicio, procesos industriales y el empaquetado de alimentos.
¿Dónde está la mayor cantidad de emisiones en nuestros alimentos?
Si analizamos qué tipos de alimentos consumimos hay diferencias de acuerdo a nuestras dietas, en general los alimentos de origen animal emiten entre 10 a 50 veces más que los de origen vegetal. En esta gráfica, así como en el video realizado por VOX (insertado más abajo), explican de dónde vienen estas emisiones.
En el gráfico, realizado por el estudio más grande y extenso que se ha publicado sobre el tema en la revista Science (Poore & Nemecek, 2018), se ve el total de las emisiones de efecto invernadero por kilo de producto alimentario. El CO2 es el que más vemos, pero no el único. La agricultura emite gases como el metano y óxido de nitrógeno. Una de las conclusiones más importantes que podemos extraer de este estudio es que hay diferencias enormes de emisión de GEI por cada alimento:
Por ejemplo producir 1 kg de carne de vaca emite 60 kilos de GEI, mientras que las arvejas emiten 0,9 kilo de GEI por kg.
Para la mayoría de los alimentos, la magnitud de sus emisiones proviene tanto del cambio de uso de suelo (en color verde), como de los procesos en la granja (color café). Estos procesos incluyen el uso de fertilizantes, ya sea orgánicos o sintéticos y de la fermentación entérica (la producción de metano en el estómago de las vacas). Esto, combinado con el cambio en el uso de suelo necesario para producir ciertos alimentos, representa aproximadamente un 80% de la huella de carbono asociada a la producción de nuestros alimentos.
Contrario a lo que uno podría pensar, las emisiones asociadas al transporte de alimentos son menores, al compararlas con las relacionadas con el uso de suelo. En la mayoría de los alimentos, el transporte contribuye con tan solo un 10% de las emisiones generadas. En particular, en el caso de la carne de vacuno, las emisiones asociadas al proceso de transporte es de tan solo 0,5% del total, resaltando que el gran porcentaje de las emisiones está asociado a la producción de la carne. Lo anterior también es válido para los diversos procesos por los que pasan los alimentos luego de ser producidos en su origen. La gran mayoría de los procesos posteriores a la producción del alimento emiten una cantidad de GEI que puede ser considerada marginal al compararla con los emitidos por el cambio en el uso de suelo y los procesos en la granja
Recientemente, el concepto de comer local se ha vuelto una tendencia con muchos adherentes. Sin embargo, inclusive en algunos casos comer local es contraproducente (desde el punto de vista de las emisiones), me explico: en muchos países podemos encontrar algunos productos todo el año, pero no es el caso de todos. Hoy en día los consumidores esperan tener ciertos alimentos todo el año, sin importar la temporada del alimento (por ejemplo; tomates o lechugas). Esto nos deja tres opciones:
- Importar los alimentos de países que sí estén en temporada
- Producirlos de manera local, en un invernadero (lo cual gasta mucha más energía)
- Producirlos de manera local utilizando sistemas de refrigeración para guardarlos por meses.
Si bien para el caso de los productos fuera de estación es mejor la importación de ellos, existe una excepción. El transporte de alimentos se da en su mayoría por barco o por tierra. Sin embargo, hay un porcentaje menor que se traslada en avión. Transportar los alimentos en avión emite aproximadamente 50 veces más de lo que se emitiría al transportarlos por tierra. Si bien, el porcentaje de las emisiones asociadas al transporte de alimentos es minoritario, el considerable aumento de estas asociado al transporte en avión es capaz de inclinar la balanza a favor ya sea del consumo local o de evitar su consumo fuera de la temporada. Los alimentos transportados en avión son en general los que son más frágiles y que tienden a dañarse rápido. Este es el caso de algunos frutos rojos importados o de los espárragos, entre otros. Saber cuales son estos alimentos no es una tarea fácil ya que no es un requerimiento que esta información esté incluida en la etiqueta. Ante la falta de información al respecto, se puede aplicar la regla general, la cual recomienda evitar productos frágiles que vienen de muy lejos. Por ejemplo, si en Chile compras frambuesas originarias de España, probablemente viajaron en avión.