Aprendiendo de la naturaleza: ¿Qué es la agricultura de cero labranza?
El método de cero labranza o no till (en inglés) es un sistema de cultivo que implica no picar la tierra, para evitar la compactación del suelo y la liberación del carbono que el suelo almacena. Es un método ideal para huertos pequeños y medianos en los que, además, podemos proteger el suelo utilizando mulch, hojas y restos orgánicos. En este artículo, la agrónoma Paula Rosales nos da consejos, explica cómo aplicarlo y sus implicancias en el suelo.
La agricultura de cero labranza, también conocida como no-till gardening, no till farming o zero tillage (en inglés), consiste de técnicas inspiradas en el método que tiene la naturaleza para reproducir sus especies de manera silvestre, donde las semillas o trozos de una planta caen al suelo y de manera natural, ya sea por lluvia, viento, agua, y/o animales, se protegen con hojas, rastrojos y tierra para esperar el momento oportuno y dar así origen al nacimiento de una nueva planta.
En un estado natural de autosiembra, con el paso de los años, el suelo gana materia orgánica, vida y fertilidad. Sin embargo, desde el punto de vista humano, este método natural tiene algunos inconvenientes: es poco productivo (no está diseñado para alimentar a la alta tasa de humanos que carga la tierra) y las especies se reproducen cuando y donde quieren (no donde y cuando queremos). Como respuesta a esta problemática, el ser humano decidió crear la práctica de la agricultura en función de aumentar la producción y cultivar en el momento y lugar que se estime conveniente. Este movimiento trajo consigo bajar la necesidad de andar de cazadores recolectores y pasar a la creación de asentamientos humanos. Sin embargo, si bien se han logrado estos propósitos y aún existen lugares donde se ha logrado un equilibrio y armonía entre la naturaleza y la producción del alimento, en su mayoría, se ha cometido un gran error: se hicieron las cosas sin observar e imitar la naturaleza y comenzamos a destruirla.
Deforestación, erosión, desertificación, contaminación, pérdida de vida, aumento de enfermedades y más (la lista es larga), es todo lo que ha ocasionado la agricultura convencional.
Para plantear soluciones a esta destrucción, primeramente, vamos a reflexionar sobre algunos asuntos: fertilidad de los suelos y cobertura vegetal. En estado natural, los suelos se fertilizan por el paso de animales en manadas a lo que se conoce como "efecto manada", donde los animales transitan juntos en un paño de tierra y con su paso se alimentan y dejan heces, orina e incorporan al suelo estos abonos naturales con su desplazamiento y pisoteo.
Una manera perfecta de preparación de suelo, sin embargo, en nuestro afán de hacer las cosas sin observar y aprender de esa sabiduría que trae la naturaleza por millones de años antes de nuestra existencia humana, decidimos entrar con la quema y luego dar un “gran paso” con la agricultura industrial basada en el uso de fertilizantes químicos, maquinaria pesada, pesticidas y semillas industrializadas. Un paso que definitivamente está acabando con el suelo ya que como bien debiéramos saber, la maquinaria pesada produce compactación, lo que genera un ambiente hostil para los microorganismos y organismos que habitan en él, las siembras de monocultivo acaban con la biodiversidad, los animales viven encerrados impidiendo el efecto manada, los fertilizantes y pesticidas químicos matan toda la vida del suelo y se ha perdido una importante biodiversidad y adaptación de las semillas debido a la siembra de especies comerciales.
Por último, a mi parecer, el peor de todos los actos ha sido descubrir el suelo para que se vea “limpio” y hacer laboreo profundo como una medida desesperada para descompactar lo que por nosotros mismos está siendo compactado. Un mecanismo cortoplacista, ya que se ha demostrado que con estas prácticas estamos acabando con los suelos del mundo entero. Con este acto se libera el carbono que con tanto esfuerzo el suelo ha logrado capturar para nuestro propio bienestar.
Una técnica que consiste básicamente en sembrar sobre los rastrojos del cultivo anterior sin romper la estructura del suelo de manera mecánica tipo arados, para conservar la vida que habita en él. Esta práctica se puede llevar desde un macetero hasta un campo de grandes extensiones con maquinaria especializada para este fin, pero claro está, que tendremos que hacer algunos esfuerzos iniciales para luego disfrutar de una hermosa camada de tierra esponjosa y fértil. Imagino que deben existir varias maneras de llevar esta práctica, sin embargo, en mi experiencia les relato las que me han funcionado bien.
Siembra de especies pioneras
Este sistema consiste en comenzar a trabajar un suelo con la siembra de especies pioneras que tengan mecanismos de adaptación como raíces profundas, nódulos fijadores de nitrógeno y/o hojas que aprovechen la transpiración. Es una manera de imitar lo que hace la naturaleza en lo que se conoce como la sucesión primaria, cuando llegan musgos y líquenes para comenzar a formar suelos sobre rocas. Claro que lo haremos de otra manera para ganar un poco más de tiempo. Nuestro trabajo aquí será enfocarnos en descubrir qué especies se podrían dar bien según las condiciones que tenga el lugar donde queremos cultivar. Si me voy a un ejemplo de lo que cultivamos aquí, en el noreste de Brasil, yo comencé a trabajar mis suelos con la caña de azúcar y la yuca, ambas especies muy adaptadas a crecer en arena y resistentes a la falta de agua en los meses secos. Una vez que estas especies van creciendo y activando la vida del suelo, he ido incorporando esa materia orgánica para comenzar con cultivos un poquito más exigentes, como el camote, para pasar en el futuro a cultivar porotos y hortalizas. Es como una sucesión programada.
Otro ejemplo que podría ser usado en climas más fríos sería la alfalfa, que penetra con sus raíces y que además cumple la función de nutrir con nitrógeno el suelo.
Siembra de abonos verdes
El abono verde consiste en plantar especies que literalmente sirvan de "abono" para el suelo. Las especies más recomendadas para este fin son las leguminosas, sin embargo, podemos usar lo que nos parezca conveniente. Estos abonos verdes se pueden cortar una vez que crecen un poco y antes de generar la flor y semillas. Luego pueden ser levemente incorporados al suelo o simplemente dejar como cobertura. Sobre esa cubierta vegetal podremos ir sembrando algunos cultivos que sean de raíces fuertes hasta conseguir un suelo bien mullido y fértil, que permita el cultivo de cualquier especie que deseemos. Este método funciona realmente bien y es económico de implementar pero su único inconveniente es el tiempo que demora, ya que esto no funciona de un día para otro.
Agregar carga de compost o sustrato
Esta alternativa consiste en poner una buena camada de compost o un sustrato bien preparado, mínimo de unos 20 centímetros sobre un suelo degradado, con la que podremos sembrar en un ambiente perfecto para nuestros cultivos. Es la manera más fácil y rápida de comenzar, pero tiene como inconveniente la alta demanda de este insumo, el cual deberemos producir en casa o comprar en el mercado.
En lo personal, muchas veces no dedico el tiempo para comenzar con estas ténicas mencionadas y hago un acorte de camino con lo que se conoce como mínima labranza, donde preparo suelo interviniendo lo menos posible (no más de 20 cms.) con una horqueta, una horca de doble mango (no vira el suelo y solo lo suelta) o un azadón si está extremadamente duro. Luego agrego mucha materia orgánica como bokashi, compost, humus de lombriz, estiércol de animales herbívoros y carbón, entre otros. Finalmente hago la siembra y ya, en el próximo ciclo, sólo retiro los cultivos que sean necesarios, dejo bastantes raíces y rastrojos e incorporo abonos y mulch para luego abrir el suelo nada más que para sembrar y/o plantar. Pienso que esto puede ser una buena alternativa para quien hasta hoy utiliza la agricultura convencional, ya que es un paso al frente para llegar un día a la cero labranza total. Algo así como un camino de transición.
Como elementos pueden ser usados los rastrojos del cultivo anterior (si los hay), la paja, el aserrín, la viruta, el pasto seco, hojas, etcétera. Solo se recomienda observar de no estar incorporando semillas o trozos de algún material que pudiera reproducirse y pasar a ser un eventual problema de “malezas” en el espacio de cultivo.
En definitiva, incorporar estas prácticas con pequeños huertos caseros o con agricultura de gran escala, traerá grandes beneficios:
- Previene la erosión de suelo al no entrar con maquinaria indebida
- Incrementa la materia orgánica
- Preserva y mejora la estructura del suelo
- Mejora la infiltración de agua y aireación
- Aumenta la capacidad de retener humedad
- Disminuye la aparición de malezas o plantas espontáneas
- Es de menor costo que la labranza convencional y, en caso de espacios pequeños, es menor carga de trabajo
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